La humedad estructural es un problema que puede darse en todo tipo de construcciones. Reconocer a tiempo sus síntomas ofrece la posibilidad de evitar consecuencias muy negativas tanto para la solidez y buen funcionamiento de las edificaciones como para nuestra economía y nuestra propia salud.
Teniendo en cuenta que existen tres tipos de humedad estructural, por condensación, por capilaridad y por infiltraciones laterales, es importante saber cómo son, dónde aparecen y qué hacer al respecto, para poder tomar las medidas oportunas y eliminarlas definitivamente.
Los problemas de humedad estructural a veces se hacen visibles y otras veces no, por eso es importante tener claro cuáles son los síntomas en cada caso. Cuando la humedad es por capilaridad y por infiltraciones, ataca directamente a la estructura de los edificios, lo que, aunque a veces no se pueda ver, hace que los materiales de construcción se debiliten y, en consecuencia, se pierda solidez en los muros. Pero si además se filtra al interior, pueden aparecer malos olores, manchas negras de moho y hongos, descascarilles en pintura y yeso de las paredes, o afectar a nuestro mobiliario, sistemas eléctricos, etc.
En el caso de la humedad por condensación, lo habitual es que se aprecie más sensación de humedad en el ambiente y en la ropa, mal olor, vaho en ventanas, persistencia de gotas de agua en cristales y espejos, etc. Los fenómenos de condensación, además de generar la aparición de moho, también entrañan mayor dificultad a la hora de calentar la casa y pueden ser agravantes de enfermedades como el asma, la sinusitis, la rinitis, alergias respiratorias, cefaleas o dolencias de tipo reumático, entre otras.
"La humedad estructural en los edificios necesita ser diagnosticada para poder proporcionar el tratamiento que la elimine de la manera más eficaz posible, si no, reaparecerá" , afirma Miguel Ángel López, Director Nacional de
Murprotec en España.
Cualquiera de los problemas de humedad estructural que puedan presentarse en casa u otro tipo de edificaciones, podrán suponer un derroche para nuestro bolsillo por el gasto extra en calefacción, luz, reparaciones efímeras o nuestra salud, a menos que tomemos las medidas adecuadas y lo pongamos en manos de profesionales.